
Un hombre de barba larga y desprolija, vestido con prendas dañadas, de manos gruesas, con el pelo largo y unos zapatos sin cordones, parecía esperar la llamada de algún bondadoso que se acuerde de él. Con un celular en sus manos y con el carro rebalsado de cartones acompañándolo, hacia un pausa en su rutinaria vida nocturna... Continuar leyendo